En medio de uno de esos campos de tierra negra que hacen la riqueza de Ucrania, la cosechadora yace inmóvil, a unos veinte kilómetros del frente. Hace una semana, golpeó una mina.
Una rueda delantera fue arrancada, la barra de corte gigante de la máquina colgaba miserablemente junto a los restos humeantes de la cabina del conductor.
Este último, Pavlo Koudimov, fue hospitalizado con graves quemaduras. „La agricultura siempre ha sido difícil, pero ahora es aún más difícil”, se queja.
El 1 de agosto, tras meses de negociaciones, un primer carguero cargado con cereales ucranianos partió de Odessa (sur), poniendo fin al bloqueo ruso a los puertos ucranianos en el Mar Negro que suponía un riesgo de crisis alimentaria en muchos países.
Esta salida -una quincena más han zarpado desde tres puertos ucranianos- supuso también un alivio para el sector agrícola de Ucrania, uno de los principales graneros del planeta: antes, los operadores se veían obligados a almacenar su grano o venderlo a precio de pérdida.